A partir de los efectos nocivos derivados de la Gran Depresión, se emprendieron cambios en la dirección de precisar y sustentar las facultades de la Junta de Gobernadores de la Reserva Federal como autoridad monetaria.
En respuesta a lo poco efectivas que fueron las acciones del FED ante las recurrentes crisis financieras acaecidas durante el primer tercio del siglo XX, y especialmente durante la Gran Depresión (véase la primera entrega de esta serie), las leyes bancarias de 1933 y 1935 introdujeron cambios significativos, como la reasignación de facultades hacia su Junta de Gobernadores[1] (alejándolas de los 12 Bancos de la Reserva Federal), destacadamente, en lo concerniente a fijar tasas de interés de descuento, otorgar préstamos sobre la base de cualquier colateral elegible y prestar a instituciones financieras no bancarias en caso de crisis.
Asimismo, el sistema bancario fue sometido a grandes reformas, incluyendo la introducción del seguro federal de depósitos (administrado por la Federal Deposit Insurance Corporation –FDIC–), la separación de los bancos entre comerciales y de inversión, la regulación e imposición de límites a las tasas de interés que los bancos comerciales podían pagar a los depósitos en cuentas de ahorro y requisitos rigurosos para los participantes en el mercado de crédito.
El lado inconveniente de toda esa regulación fue que creó un sistema bancario en el que la innovación era lenta y en el que se perdieron muchas oportunidades de negocio frente a instituciones y mercados menos regulados.[2] Es más, para algunos analistas, estos cambios implicaron que la política monetaria y bancaria del país recayera más en el Departamento del Tesoro, en la FDIC y en la recién creada Corporación Financiera de Reconstrucción (Reconstruction Finance Corporation, RFC) que en el FED.[3]
Los cambios al Sistema de la Reserva Federal de 1935 incluyeron la reorganización del Comité Federal de Mercado Abierto (FMOC) para dejar la política monetaria en manos de los designados presidenciales dentro de la nueva Junta de Gobernadores a quienes, por cierto, se les fijaron periodos de servicio de 14 años.[4] Además, la Ley de 1935 dio a la Reserva Federal nuevos poderes para controlar los requerimientos de reservas bancarias, a partir de lo cual se decidieron incrementos considerables de tales reservas durante los años 1936 y 1937.[5] Junto con ello, el FED recibió la autorización para conducir “operaciones de mercado abierto”, es decir, para influir en la oferta de dinero mediante compras y ventas de valores del Tesoro en el mercado de deuda.[6]
Los últimos años de la década de 1930 vieron el estallido de la Segunda Guerra Mundial y cambios fundamentales en la economía de los Estados Unidos (alto gasto gubernamental, cambios en la producción sectorial, controles de precios, racionamiento de mercancías, y mejoras continuas en la tecnología, en el transporte y en las comunicaciones). Durante esos años aumentó notablemente la deuda del gobierno, en aproximadamente un cuarto del producto nacional. En ese contexto, la política monetaria de la Reserva Federal tomó esencialmente un papel pasivo en apoyo a las políticas financieras que conducía el Departamento del Tesoro para financiar la participación de Estados Unidos en la guerra, y se limitó a establecer un tope máximo para la tasa de interés de los bonos gubernamentales.
Los esfuerzos para impedir alzas en los rendimientos de los valores del Tesoro continuaron aún después de terminada la guerra, lo que reflejaba la preocupación por evitar que, una vez más, se registraran tanto una recesión como una deflación posguerra (recuérdese que así ocurrió al finalizar la Primera Guerra Mundial). De hecho, el tamaño de las tenencias de deuda comercializable en poder de la Reserva Federal aumentó en forma impresionante durante la guerra y en los años siguientes: de diciembre de 1941 a diciembre de 1950, las tenencias de la Reserva pasaron de US$2,300 millones a US$20,800 millones.[7]
Posteriormente, después de aproximadamente 17 años en que el FED se subordinó a las políticas determinadas por el Departamento del Tesoro, en 1951, ambos acordaron la independencia, al menos parcial, de la Reserva Federal. En este cambio parecen haber sido decisivos al menos los siguientes dos factores: 1) el aumento en el riesgo de mayor inflación, que contribuyó a obtener el apoyo del Congreso para que se le concediera su independencia (el mayor tamaño del balance general del FED también sirvió para aumentar su influencia política) y, 2) la conveniencia de cambiar el enfoque que limitaba a la Reserva a únicamente fijar los rendimientos de los bonos gubernamentales a otro más amplio en el que su objetivo fuera el control de la inflación. Esto le dio una ventaja estratégica que podía usar para defenderse de las presiones del Tesoro.[8]
Si bien el acuerdo estableció una independencia considerable para la Reserva Federal, por desgracia ésta regresó a sus antiguos modos de extrapolar equivocadamente el éxito en el manejo de los ciclos económicos estacionales a las variaciones económicas cíclicas (lo que será materia a explorar en las próximas entregas de esta serie).
Como conclusión de esta revisión acerca de los primeros años de la Reserva Federal, baste decir que su principal éxito fue la forma en que suavizó las variaciones estacionales de las tasas de interés y del riesgo de liquidez, éxito que contribuyó a la estabilidad financiera, que era uno de los principales motivos de su fundación.
Continuará.
Enviado por MARGARITA ORTIZ en abril 17, 2024